jueves, 27 de octubre de 2011

Lluvia


Corre. Más rápido. Aún más. Tanto como esos segundos que se te escapan de entre los dedos sin que te des cuenta. Descalzo y bajo la lluvia. No importa hacia dónde, ni para qué. Simplemente necesitas sentir que cortas el aire, que sólo estás tú.
Ni tu sombra te sigue. Más bien, tú eres la sombra de los pasos que vas dando, de todo el camino que has recorrido. No te voy a decir por qué lo haces: ¿estás huyendo?, ¿tal vez buscas algo? Eso es algo que tienes que adivinar, pero mientras tanto no se te ocurra pararte, no vaya a ser que te des cuenta de que te has perdido.
Que vayas tan deprisa que las gotas de agua de la tormenta que tienes encima no tengan tiempo de posarse en tu piel. Y sólo quédate quieto el día en el que llegues a un lugar donde seas tú el que llueva en la piel de la tormenta.